El cáncer afecta a personas de todas las edades y puede aparecer en cualquier parte del cuerpo. Comienza con cambios genéticos en una sola célula que posteriormente se multiplica sin control.
En muchos cánceres, este comportamiento da lugar a una masa (o tumor). Si no se trata, el cáncer, por lo general, se extiende, invade otras partes del cuerpo y provoca la muerte. Sin embargo, el cáncer infantil es diferente al cáncer de adultos. Se llaman igual pero no son la misma enfermedad. El cáncer de adultos es una enfermedad del envejecimiento de las células y, el cáncer infantil, una enfermedad del crecimiento de estas.
Hace más de 10 años la supervivencia de los niños con leucemia linfoblástica aguda (LLA) era muy baja. Más del 80% no sobrevivía, mientras que ahora, gracias a la investigación, más del 85% de los niños con leucemia linfoblástica aguda se cura.
En primer lugar, porque se han desarrollado y mejorado tratamientos dirigidos específicos y de soporte, y porque, además, los niños toleran muy bien el trasplante de médula ósea, tratamiento de elección en los casos de alto riesgo, mucho mejor que los adultos. Sin embargo, a pesar de las elevadas tasas de curación en la leucemia linfoblástica pediátrica, no podemos obviar que muchos de los tratamientos convencionales tienen una elevada toxicidad y numerosos efectos secundarios en los niños.
Una leucemia que afecta a los bebés
Aunque la supervivencia de los niños es elevada, existen subtipos de leucemia infantil, como es el caso de la leucemia linfoblástica del lactante con reordenamiento MLLAF4, con supervivencias inferiores al 40%: este es el tipo de leucemia que investiga el doctor Pablo Menéndez, jefe del grupo de investigación de biología de las células madre, leucemia del desarrollo e inmunoterapia, del
Instituto Josep Carreras.
Este tipo de leucemia se desarrolla durante el primer año de vida, tiene un origen prenatal, es decir, que la alteración genética ocurre durante el embarazo, es muy agresiva y los tratamientos actuales no son efectivos. La mayoría de los pacientes con leucemia linfoblástica del lactante presentan una translocación concreta de un gen en el cromosoma 11, el gen KTM2A (antes MLL) del que se conocen unas 60 translocaciones concretas con otros genes. Esta translocación se produce durante la gestación, aunque la leucemia se manifiesta a lo largo del primer año de vida.
¿Qué ocurre para que esta leucemia tenga una latencia tan corta (de meses) y otras leucemias infantiles tengan latencias de hasta 15 años? ¿Qué difiere en esta leucemia para que sea tan agresiva?
Estas y otras preguntas son las que está intentando desvelar el grupo de investigación dirigido por el doctor Pablo Menéndez. Conociendo la asociación del cambio en el cromosoma 11, Menéndez y su equipo quisieron secuenciar el genoma de estos pacientes para intentar responder a estas preguntas, pero, tras culminar este proceso, los resultados no fueron reveladores. A pesar de la agresividad de la enfermedad, el genoma de estos niños era muy estable, sin apenas errores genéticos.
Actualmente, el grupo está enfocando el proyecto en el estudio del metiloma, es decir, en averiguar cómo se expresan los genes, para ver si es ahí donde están las pistas para comprender la manifestación de la enfermedad.
Grupo de investigación de biología de
las células madre, leucemia del desarrollo e inmunoterapia, del
Instituto Josep Carreras.
El doctor Pablo Menéndez participa en varios proyectos y consorcios con más hospitales y centros de investigación de todo el mundo para desvelar los mecanismos que desarrollan la leucemia congénita, como, por ejemplo, el proyecto CLOSER, que involucra a 14 hospitales y centros de investigación de Europa
y América Latina.
Su trabajo sigue varias líneas de investigación, muchas de ellas centradas en diferentes grupos de leucemias pediátricas como, entre otras, entender los mecanismos por los cuales hay casos en los que las células leucémicas de los niños tienen un número muy superior de cromosomas que las normales.
También se están desarrollando trabajos encaminados a mejorar los tratamientos de los niños, como son aquellas líneas en las que se están desarrollando nuevos CAR, entre otros.
Comenta el doctor Francesc Solé (foto de la derecha), director científico del Campus de ICO-Germans Trias i Pujol del Instituto Josep Carreras. «Es lo que ha pasado, por ejemplo, en el caso de la leucemia aguda promielocítica, que antes era la leucemia aguda más mortal, y ahora es de las más curables porque se conoce su mecanismo genético y se aborda conociéndolo. Así es como funciona la investigación del Instituto Josep Carreras: se intenta conocer bien cada leucemia para desarrollar maneras de paliarla y abordarla con un tratamiento dirigido a ese tipo de leucemia».
Hacer estudios epidemiológicos también podría evitar la aparición de la leucemia. «Sabemos que, si nos ponemos crema protectora, el 80% de los melanomas no aparecería. En este caso, si supiéramos qué hábitos de las mujeres embarazadas reducen la probabilidad
de que sus hijos desarrollaran una leucemia infantil, lograríamos disminuir mucho su incidencia», añade el doctor Solé. «Esto mismo lo queremos estudiar para todos los tipos de leucemia, es decir, intentar cambiar hábitos y así evitar que se desarrolle una leucemia
u otro tipo de cáncer».
Nuevas dianas terapéuticas para la leucemia infantil
La doctora Biola Javierre lidera un grupo que estudia la organización 3D del ADN para enfocarla en el estudio del cáncer hematológico.
En el marco de la XXI edición de los Premios L’Oréal-UNESCO For Women in Science celebrada en París en marzo de 2019, fue elegida entre las 15 jóvenes investigadoras más prometedoras del mundo al recibir el premio ‘International Rising Talent ‘. Javierre ha sido la quinta española que ha sido becada internacionalmente en los 21 años de historia de este programa.
El proyecto de la doctora Javierre se basa en la descripción de nuevas dianas terapéuticas para mejorar el tratamiento de la leucemia linfoblástica aguda infantil.
La gran mayoría de las mutaciones asociadas a este cáncer pediátrico se desconocen al no afectar a genes, que son las piezas de información necesaria para fabricar las proteínas que nos constituyen y nos permiten funcionar. La Dra. Javierre ha logrado desarrollar una nueva técnica experimental y computacional que permite por primera vez estudiar el papel de las mutaciones que no afectan a genes, y pretende aplicarla para entender el proceso de desarrollo de la leucemia linfoblástica aguda infantil, y poder descubrir nuevas dianas terapéuticas sobre las cuales se pueda crear un tratamiento más eficaz y con menos secuelas que permita salvar al 20% de los niños que todavía mueren de este tipo de cáncer.
«Mi investigación pretende descubrir nuevos tratamientos más eficaces y con menos secuelas contra la leucemia infantil. Espero que mi esfuerzo sirva para salvar vidas, para dar esperanza a unos familiares, a unos amigos», comenta.
Su grupo combina enfoques experimentales y bioinformáticos de vanguardia para comprender la organización específica de la cromatina 3D de las células hematopoyéticas y su alteración en los cánceres de la sangre.
La doctora Biola Javierre
Según la OMS, en los países de ingresos altos, aproximadamente el 85 % de los niños con cáncer se van a curar de su enfermedad, con mínimas secuelas en la mayoría de los casos.
El pronóstico es bastante peor para los niños con cáncer de los países de ingresos bajos y medianos, y ello por varios factores, tales como: el diagnóstico tardío del cáncer, que conlleva niveles más bajos de eficacia de los tratamientos; las carencias de los
hospitales, desprovistos de los medicamentos y suministros adecuados; el padecimiento de otras enfermedades en el paciente; y la falta de conocimientos sobre el cáncer de los dispensadores de
atención primaria. Además, los tratamientos quedan, simplemente, fuera del alcance de muchos padres en entornos de escasos recursos, que tendrían que pagar los gastos médicos de su propio bolsillo.
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Con tan solo cinco meses le diagnosticaron una leucemia linfoblástica aguda congénita y se sometió a un trasplante de médula ósea gracias a un donante no emparentado localizado por la Fundación Josep Carreras. Pero tres años más tarde, tuvo una recaída. Un ensayo clínico con inmunoterapia CAR-T 19 le salvó la vida. Hoy, Abril lleva una vida totalmente normal, va al colegio, hace ballet y toca el violín.
«Cuando recayó, ella también fue nuestro motor, nos contagiaba sus ganas de vivir. Si ella era fuerte,
nosotros no nos podíamos derrumbar», explica Anna, su mamá «hay que confiar en los médicos y en la investigación, porque afortunadamente cada día se
desarrollan nuevos tratamientos que pueden lograr que el cáncer deje de ser mortal».
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