¡Hola! Soy Anna. En julio de 2020 fui a donar sangre, como habitualmente hago. La enfermera me dijo estar a niveles tan bajos como para necesitar hacerme una transfusión de sangre y me recomendó que fuera al hospital.
No hice mucho caso porque soy de tendencia a tener anemias. Pero en agosto el cansancio que tenía era muy fuerte y decidí hacerme analítica.
Mi doctora, ante los resultados, me envió de urgencias al hospital de referencia. Era el 1 de septiembre. Me hicieron multitud de pruebas y, tras un mes de incertidumbre, el 5 de octubre me dijeron que tenía un síndrome mielodisplásico de alto riesgo y, que si no se realizaba un trasplante de médula ósea, podía vivir pocos meses. Jamás había tenido ninguna enfermedad y no daba crédito.
Me estuvieron poniendo durante 6 meses una quimio muy floja pero no consiguió gran resultado por lo que el trasplante empezaba a ser urgente.
Por la urgencia, mi donante acabó siendo mi hermano pero, como no era 100% compatible, la quimioterapia que tuvieron que darme una vez ingresada antes del trasplante fue muy dura. Después de 6 semanas ingresada salí del hospital, aunque a los 15 días ingresé dos semanas más por una infección.
Poco a poco sigo intentando recuperarme ya que mi nueva médula trabaja muy lenta y mis valores sanguíneos siempre son bajos.
Me siento profundamente agradecida en primer lugar a mi hermano donante. ¡Por él sigo viva!!! A mi marido, hijos, familia y amigos por todo el amor y apoyo.
Gracias a todo el Hospital de Can Ruti (ICO-Badalona). Trato excepcional.
Y gracias a la Fundación Josep Carreras por todo lo que hace.
Anna