Hola, mi nombre es Dency, tengo 22 años y soy donante de sangre y plasma desde que cumplí los 18. Curiosamente, la primera vez que acudí a donar sangre fue en una jornada que organizó el instituto en el que estudié y aquel mismo día decidí registrarme también en el REDMO, ¿por qué no? Pensé que potencialmente podía ayudar mucho a alguien y que a mí no me costaba nada. Me pareció algo banal, de hecho, ni siquiera me lo pensé demasiado, fue una decisión bastante inmediata, igual de fácil que la de convertirme en donante regular de sangre y plasma.
Hace unos meses recibí una llamada del BST del Hospital Sant Pau diciéndome que era potencialmente compatible con un receptor de médula ósea y que si estaba dispuesto a donar. Creo que no lo dudé, seguramente no fui del todo consciente de lo que significaba hasta después de colgar y, honestamente, me sentí feliz de poder ayudar a alguien de esta manera, aunque a su vez, tenía una sensación agria por que hubiese alguien que lo necesitara. En cualquier caso, mirando del lado de las cosas que puedo controlar, no me cuesta más que algunos pinchacitos dar vida a otra persona y para mí es algo sobre lo que no cabe discusión: siendo coherente con la decisión que tomé hace 4 años de inscribirme en el REDMO, el momento había llegado y estaba encantado de poder ayudar con lo que fuera que se me requiriese.
El día de la donación llegué sobre las 8 de la mañana al Hospital Sant Pau. Estaba ya el equipo de grabación en la puerta, esperando a que yo apareciera, supongo. Nos saludamos y grabamos un par de planos de mí entrando al BST. No me escondo, la sensación fue algo extraña y cómica: nunca he sido una persona de hacerse muchas fotos.
Al entrar al edificio le dije a Asunción, la primera persona que vi, que me llamaba Dency, que era el donante del REDMO y que, bueno, que podíamos empezar con lo que tocara.
Lo primero del día era una pequeña extracción para comprobar que mi cuerpo había trabajado con la medicación y había generado suficientes células madre. Tras ello, un rapidísimo break para desayunar y de vuelta al BST, donde, tras una breve espera mientras preparaban a otro donante, la misma Asun me llevó a la sala en la que pasaría el resto de la mañana.
Me prepararon y me conectaron para empezar la aféresis. A decir verdad, la sensación que produce en el cuerpo no me pareció demasiado distinta a cuando dono plasma; sin embargo lo que sí fue algo distinto era el ambiente. A lo largo de la mañana se fueron acercando varias veces tanto personas del BST como los chicos del equipo de grabación del REDMO y la Dra. Villa, por lo que, si ya al acudir a un BST tengo la sensación de sentirme arropado por todo el mundo, aquel día, si cabe, me sentí aún más arropado y cuidado que nunca.
Pasaron las horas y, tras una pequeña siesta y alguna charla, sobre las 11 me comunicaron que todo estaba yendo sobre ruedas y que al cabo de un ratito terminaríamos. Alrededor de las 11:30 se paró la extracción y solo quedaba esperar a que la sangre que estaba dentro del circuito de la máquina acabara el recorrido, así que no saldría hasta las 12. Llegado este punto recuerdo a Asun diciéndome: «Mira, Dency, en esta bolsita que ha salido de ti hay vida» mientras señalaba la bolsa con las células madre: realmente es impactante si le damos un par de vueltas, por el módico precio de 5 pinchazos (si contamos el de esa misma mañana) y una visita al médico hay alguien que podrá seguir luchando por su vida, lo cual no hubiese podido hacer de otro modo.
Pocos días antes de la donación me puse a ver algunos de los vídeos que hay en la Fundación Josep Carreras para dar a conocer el proceso y a algunos de los protagonistas, así que, antes de terminar, me gustaría decir que se estima que la probabilidad de que una persona encuentre a otra compatible es de 1 entre 3.000, por lo que realmente es importante ampliar la base de donantes registrados para que más personas que necesiten médula ósea puedan recibirla lo antes posible.
Otro dato curioso con el que me gustaría terminar es que siempre he sido hijo único. Hasta ahora. Ahora, virtualmente, tengo un hermano o una hermana en algún lugar del mundo con quien comparto células madre, ¡qué regalo!