Me llamo Alberto, tengo 39 años y soy uno de los afortunados donantes de médula, de los que finalmente recibimos la esperada «llamada». Pero vamos a empezar por el principio.
Ana (mi mujer) y yo estábamos a punto de tener a nuestro segundo hijo en plena pandemia y, un día, simplemente hablábamos de aquellas cosas vitales que nos quedaban pendientes de hacer. Entonces fue cuando Ana me habló por primera vez de la fundación y del proceso para ser donante de médula.
El tema me hizo runrún durante un tiempo y, sin darle más vueltas, me acerqué hasta el Hospital Clínic para donar sangre y, ya de paso, preguntar por los requisitos para la donación de médula.
Tuve una entrevista con una doctora que me explicó todo el proceso de principio a fin, con muchos detalles y contestando a cada una de mis preguntas y ¡voilà!, ya estaba en la lista. ¡Qué fácil!
La verdad es que una vez estás inscrito como donante fantaseas de vez en cuando con que te llamen, pero nunca crees que serás tú el afortunado, y digo afortunado porque, debéis creerme, la sensación es de tal satisfacción que no puedo describir con palabras los sentimientos que tienes sabiendo que en algún lugar del mundo hay una persona a la cual le das una segunda oportunidad, una segunda vida, como ellos dicen. Y es que no solo se la das a esa persona, sino que se la das a sus padres, a sus hijos, a sus amigos, a sus parejas, a todo su entorno.
En mi caso ocurrió lo que me dijeron que muy probablemente no ocurriría: me llamaron a los pocos meses de haberme inscrito. Era el candidato perfecto para un IMPARABLE. Me volvieron a explicar todo el proceso, pero esta vez no de una forma teórica sino de verdad. A los pocos días me hice un chequeo de salud completo y en todo momento conté con el asesoramiento personalizado de REDMO para cualquier duda.
En función de la necesidad del paciente y de tus resultados, el médico determina el proceso. En mi caso, como en la gran mayoría (en un 90 %), se decidió realizar la donación mediante aféresis. Esto consiste en tomar, tres días antes de la extracción, un medicamento que estimula la producción de células madre en tus huesos. ¡Ay, asusta al oírlo! Pues no hay que asustarse porque la medicación es segura, estás controlado y tan solo te produce un poco de dolor de espalda, como si tuvieras un resfriado, nada que no solucione un paracetamol.
La aféresis consiste en la extracción de las células madre de tu sangre mediante una máquina a la que estás conectado unas horas. ¡Qué voy a decir sobre cómo me sentí al estar en torno a 4 horas tumbado en una cama muy cómoda y durmiendo plácidamente…! Con dos niños en casa, de uno y dos años, entenderéis que estaba en el paraíso 🙂
La gente se suele asustar cuando piensa en donar médula, porque cree que te anestesian, te pinchan en el hueso y piensa que es peligroso para su salud, y seguramente eso es lo que echa para atrás a muchos posibles donantes. Si pudiera hablar con cada uno de ellos les diría que no teman, que el trabajo que han hecho los investigadores durante las últimas tres décadas es brutal y que el proceso es seguro, sencillo y… ¡adictivo! Hoy por hoy, no requieren de mi médula, pero me consuelo donando sangre, también muy necesaria para las reservas.
Si tuviese que resumir mi experiencia en dos o tres consejos para quien esté pensando en hacerse donante, le diría que adelante, que no lo dude ni un solo segundo y que si no puede ser donante por la edad o por otras circunstancias, le propongo un reto: que anime a alguien a serlo. Si hiciéramos una cadena de favores, conseguiríamos que muchos más IMPARABLES tuvieran una segunda oportunidad haciendo match con su donante. ¡Como en una app de citas! 😀
Cuando terminé mi donación me hicieron una entrevista para que explicara mi experiencia y fui incapaz de continuar tras la pregunta: ¿Qué le dirías a la persona receptora? Me vino a la cabeza la imagen de mis dos hijos y rompí a llorar. Lloré de alegría y emoción, pensando que, si algún día ellos necesitaran un trasplante, alguien en algún lugar del mundo estaría ahí para ayudarles.