Testimonios imparables

Hace unos 3 años me di de alta en el Registro de Donantes de Médula Ósea gestionado por la Fundación Josep Carreras. El verano pasado, mientras subía las 800 escaleras del Monasterio de Petra recibí una llamada en la que me comunicaban que habían encontrado un receptor compatible y que necesitábamos hacer más pruebas para acabar de confirmar la contabilidad y poner en marcha el proceso.

Empecé el tratamiento de preparación y el miércoles 19 de septiembre de 2018 hice mi donación.

Durante esos días pensé mucho en lo que puede significar para una persona que está esperando un trasplante el hecho de saber que hay alguien al otro lado del mundo que puede ayudar a curar su enfermedad, en muchos casos terminal. He pensado en las diferentes formas que tenemos para dar vida, aparte del propio proceso innato de procreación y he llegado a la conclusión de que el ser humano es maravilloso.

También en que me siento muy afortunado de tener esta posibilidad. Y, por qué no decirlo, también orgulloso de pequeñas metas que una va logrando en la vida, este libro de experiencias, aciertos, equivocaciones y lecciones que tanto me gusta.

Esto va dedicado a ti, que no nos conocemos, pero parece que compartimos fuerza. Te deseo lo mejor y que disfrutes de una vida plena. Estas palabras las dedico a las personas que son donantes de una forma u otra, a las que acaban consiguiendo un trasplante, pero también por las que desgraciadamente no llegan a tiempo. Y también por los científicos que son los que hacen estos milagros posibles.

Han pasado algunos meses de mi donación y en muchas ocasiones me ha venido a la cabeza lo sencillo que resultó todo el proceso y cómo con un pequeño gesto podemos cambiar no solo la vida del paciente sino de todas las personas que le rodean. Me he sensibilizado todavía si cabe más con quien tiene que luchar contra esta enfermedad y también trato de difundir mi experiencia en cuanto tengo oportunidad, pues considero que todavía hay un cierto grado de desconocimiento.