Me llamo Guillem y este pasado febrero he hecho una donación de médula ósea para un niño que sufría de leucemia.
Todo empezó hace dos años, cuando fui con dos amigos a dar sangre al hospital. En ese momento yo desconocía totalmente que era la médula ósea y que podías ser donante de ella, pero una amiga que me acompañaba me lo explicó y, sin pensarlo, decidí hacerme donante.
En septiembre del año pasado, los profesionales de la Fundación Josep Carreras se intentaron poner en contacto conmigo. Yo en aquel entonces estaba de estancia del doctorado en California. Y cuando volví, mi madre me dijo que había recibido una carta des de la Fundación para que me pusiese en contacto con ellos y así lo hice. Y fue entonces cuando me dijeron que había un paciente que necesitaba de un trasplante de médula ósea con el que era altamente compatible y me preguntaron si quería tirar para adelante con el proceso.
En ese momento, sin pensarlo dije que sí. De este modo decidí seguir con las pruebas para estudiar si yo era totalmente compatible con el paciente. Y cuando vieron que lo era, los profesionales me volvieron a preguntar si quería continuar hacia delante. Y yo, otra vez decidido, dije que sí.
Los médicos me recomendaron hacer la donación por punción en las crestas ilíacas de la pelvis. Esta extracción de la médula consiste en ir un día a quirófano y con anestesia general pincharte en el hueso y extraerte la médula ósea. Aunque dicho así parece algo muy complicado y doloroso, os puedo asegurar de que no lo es.
Durante el proceso de donación me he dado cuenta de que la gente no tiene demasiada información acerca de este tema. De este modo animo a todo el mundo a informarse sobre qué es ser donante de médula. Verán que no hay ningún riesgo para el donante. Además, puedo asegurar que se trata de un proceso indoloro ya que estás bajo anestesia general y que no te enteras de nada. Y al día siguiente de la operación ya te puedes mover sin problema y sin ningún tipo de dolor.
El día de la extracción lo recuerdo como un día especial, en el que yo podía ayudar a alguien de manera desinteresada. Alguien que necesita de ti para poder vivir, alguien que lo está pasando mal y que ve como cada día su vida se va volviendo más gris. Por este motivo, para que la vida de una persona vuelva a tener color, es primordial poder ayudar. Además, en mi caso fue para un niño que, por desgracia, no podía hacer cosas de niños, sino que tiene que luchar contra una enfermedad que le puede quitar la vida. Así que espero y deseo que pueda tener una vida llena de colores, arcoíris y alegría. Porque a nadie se le puede negar el derecho a la vida, y menos a un niño.
Por último, quiero dar las gracias a todo el equipo de la Fundación Josep Carreras para estar a mi disposición y en especial a Cecilia, un amor de persona. Además, a todos las profesionales del hospital, des de las doctoras hasta las auxiliares pasando por las enfermeras. Gracias a todas ellas me he sentido como en casa.
Y no me quiero olvidar de dar las mil gracias a todas las personas que cada día luchan contra una enfermedad para que la vida se abra camino. Sois realmente héroes.