Mi nombre es Julián, soy de Huelva y tengo 39 años.
Desde pequeño, tenía el interés y predisposición a las donaciones, ya fueran de sangre o de órganos.
El motivo, y aunque suene un poco extraño, es que siempre he pensado que lo que me sobre a mí, que lo disfruten los demás y así puedo ayudar a otra persona.
Así, en cuanto cumplí los 18, me hice donante de sangre y de órganos, pero no de médula, ya que, en aquellos años, no había tanta información como ahora. Aun así, también era un objetivo mío, ya que mi madre siempre me contaba la historia de una amiga de la infancia, Magdalena, que falleció a causa de la leucemia.
Gracias al centro de donaciones del Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva, conseguí toda la información y atención con respecto a la donación de médula y no dudé en dar el paso de hacerme donante.
Fue algunos años más tarde cuando recibí la llamada de Isa, y la llamo así porque llegué a crear un vínculo de casi amistad, aunque fuera solo a través del teléfono.
Isa me informó de que había un posible receptor compatible y que si quería hacer las pruebas confirmatorias para ver si era compatible. Ni lo dudé. ¡Sí!
Después de todas las pruebas en Sevilla, allá en julio del año pasado, se confirma mi compatibilidad y quedamos en la fecha para la donación.
Aún recuerdo perfectamente el día que tenía que comenzar con los inyectables. Era el día 9 de septiembre, pero justo el día antes, me llama Isa y me dice que no se puede hacer la donación porque el paciente no estaba en condiciones porque había sufrido una recaída.
Me quedé mal, aunque imagino que no tan mal como el paciente…estaba todo tan cerca…
Pero así es esto, solo podía esperar y desear que se recuperara. Pasó apenas un mes y volví a recibir la llamada de Isa: «Julián, ¿quieres reanudar la donación? Hay que repetir todas las pruebas de nuevo». Yo le contesté «¡Por supuesto que sí! Para eso estamos». Y así, volvimos a repetirlo todo, con la ilusión de un niño.
A partir de ahí, todo fue sobre ruedas: la atención de la Fundación Josep Carreras, la del hospital Virgen del Rocío, la de las médicos, enfermeras y enfermeros también fue magnífica.
Llegó el día 4 de diciembre de 2017 (día que jamás olvidaré), fecha en la que ponía mi granito de arena para luchar contra la enfermedad.
Fue un día inexplicable. Todavía hoy no sé poner en palabras qué se siente, por qué lo hice.
Para todos aquellos que no saben del proceso de donación, solo puedo decirles que no es en absoluto doloroso, al menos para mí, y que, si lo fuera, la sensación que se siente cuando lo haces haría que lo repitiera todas aquellas veces que fuera necesario.
Esta es mi experiencia que, ojalá, todos pudieran contar, porque nunca sabemos cuándo nos puede hacer falta y que entre todos VENCEREMOS a la leucemia. Todos podemos aportar nuestro granito de arena: DONA MÉDULA, DONA VIDA.